La columna política de Diario Uno

La siguiente es la columna de opinión política firmada por el periodista Andrés Gabrielli y que aparece en la edición de este domingo 3 de diciembre en diario Uno.
lunes, 4 de diciembre de 2017 · 07:00

Cornejo, a la caza del ganso y del pato rengo

Segunda mitad de mandato. El gobernador deberá aplacar la ansiedad radical por la sucesión y negociar mejor con la oposición.

por Andrés Gabrielli para diario Uno

Nunca es fácil para cualquier gobierno de Mendoza afrontar como Dios manda el segundo tramo del mandato.

Dentro del esquema nacional, el jefe del Ejecutivo mendocino, por carecer de reelección, es un friqui (un freak). Un bicho raro con todas las de la ley.

La reelección o permanencia moderada en el cargo es un beneficio, estrictamente democrático, del que no está exento ni el presidente de la Nación, en la cima del poder, ni tampoco el resto de los estratos menores del poder provincial y hasta municipal, incluyendo, inmoderadamente eso sí, a legisladores, intendentes, caciques gremiales y hasta presidentes de clubes de barrio.

Ni qué hablar del sillón triplemente atornillado que sostiene a los miembros más conspicuos del Poder Judicial.

En ese ámbito desequilibrado, escorado, insólito por su excepcionalidad, debe moverse el gobernador en sus dos últimos años de gestión.

Algo que Cornejo y su partido conocen de sobra por haberle bloqueado, siendo oposición, al PJ toda posibilidad de modificar la situación.

Y viceversa.

El pato rengo

Lo que sucede, recurrentemente, en Mendoza es definido por la teoría política clásica como el "síndrome del pato rengo".

Como explica Hernán Narbona Véliz, "el síndrome del pato cojo es la pérdida de apoyo que los gobiernos alcanzan de sus propios partidos y su electorado en su última fase, lo cual deriva en que los políticos más cercanos al gobierno empiezan a operar en función de su campaña, más en conformidad con las expectativas de gobierno futuras que con las tareas del gobierno actual".

Un repetido déjà vu.

Cazar dos patos

Así la cosa, Alfredo Cornejo tiene que salir hoy a la cacería de dos palmípedos vernáculos: el ganso demócrata, por un lado; el pato rengo de la política general, por otro.

El primero es el que mayores urgencias le presenta, por cuanto el único ganso superviviente en la Cámara de Diputados de la provincia, Marcos Niven, está bloqueando la posibilidad de cerrar, hoy, su principal inquietud institucional, que es la ampliación de siete a nueve miembros de la Suprema Corte.

El proyecto ya tiene la venia del Senado.

La reculada de Niven impide alcanzar el número necesario en la otra cámara.

El barco fantasma del PD

Las dudas respecto de la falta de colaboración de Niven carcomen más a quienes están o han estado cerca del PD que a los miembros del oficialismo.

Estos últimos están habituados a las duras negociaciones que demanda modificar las encallecidas estructuras del Estado mendocino.

Pondrán en juego toda la paciencia del mundo para hacer entrar en razones al viejo partido conservador.

En cambio aquellos que ya no están en él, pero surgieron de sus filas, desesperan por cuestiones tácticas pero, sobre todo, afectivas.

"El partido ha perdido toda vocación de poder. Está fuera de la realidad. Ni siquiera tiene una postura doctrinaria sensata que defender", señalan una y otra vez, en voz queda, varios de los que hoy participan activamente en la coalición gobernante, algunos de ellos bajo otro sello. El sello del PRO, especialmente.

La objeción mayor, en este punto, respecto de la autoridad del PD, es: "Han perdido el sentido pragmático que mostraban nuestros líderes históricos. No tienen idea de lo importante que es poner debidamente en funcionamiento a la Justicia".

Intendentes como Omar De Marchi y Jorge Difonso, funcionarios como Richard Battagion (Aguas Mendocinas) o activos dirigentes como Carlos Aguinaga miran con nostalgia cómo la vieja nave partidaria marcha hacia el desarmadero.

No depende individualmente de Niven torcer tal destino. Apoye o no la postura del Gobierno, la cosa es más profunda. Más grave.

Es el desangramiento del cuerpo partidario lo que ensombrece el ánimo de propios y extraños. Algo de lo que debería tomar nota el peronismo local. Que está a tiempo, muy a tiempo, todavía, de frenar el descenso al limbo.

Amortiguar la ansiedad radical

En cuanto al pato rengo, Cornejo está dispuesto a ponerle paños fríos, todo el año que viene, a la especulación electoral, aprovechando el respaldo que mantiene entre la ciudadanía.

Cuenta con una ventaja respecto de algunos de sus predecesores: el radicalismo se muestra encolumnado y ordenado bajo su conducción.

No se han formado cacicazgos que dispersen la atención y tironeen de manera centrífuga.

Para solidificar ese estado de cosas, Cornejo guardará bajo siete mil llaves su favoritismo en cuanto a eventuales herederos.

Sin embargo, quiera o no, la realidad igual lo presionará desde afuera. Desde el periodismo, desde la propia y natural dinámica partidaria, desde las usinas nacionales.

También, sobre todo, de los mismos interesados en anotarse, aunque no quieran. Les va a salir solo el impulso. Se les notará en la cara.

La lista de postulantes es larga, dada la seguidilla de éxitos electorales de la UCR. Buena parte de los intendentes se cree con derecho a figurar. Lo mismo que ciertos miembros conspicuos del gabinete local e, incluso, del staff nacional.

Y un anotado mayor, en caso de probarse, ahora sí, el traje de candidato: el senador Julio Cobos.

Todo un desafío para Alfredo Cornejo.

Que, hasta ahora, ha sacado chapa de conductor. De líder indiscutido del rebaño.

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