Historia universal del no Nobel a Borges

viernes, 12 de enero de 2018 · 07:00

por Ricardo Roa para diario Clarín

Borges nos enseña todos los días a pensar. En su inigualable talento lo que brilla siempre es la libertad que es la clave del pensar. Ahora se termina de saber que no le concedieron el Nobel por cómo pensaba.

Anders Osterling, que presidía el comité del premio y fue parte de la Academia Sueca más que ningún otro, opinaba como un perfecto prejuicioso. Decía: “Es demasiado exclusivo o artificial en su ingenioso arte en miniatura”. Fue hacia 1967, cuando Borges, el exclusivo, ya era bastante universal.

Lo de artificial es incomprensible si no es por otro prejuicio. De otro modo ¿Cómo explicar El Aleph en el que se anima a lo imposible: describir con la linealidad del lenguaje la simultaneidad de un universo... en miniatura?

Menos mal que le reconocía ingenio pero en un arte poco más que minúsculo. Un año antes, Osterling se había negado a darle el Nobel a Samuel Beckett con el argumento de que era “demasiado nihilista y pesimista”. En 1969, la Academia cambió y distinguió al escritor irlandés que en 1961 había compartido con Borges el premio Formentor.

Lo del poeta Osterling era incapacidad para entender a Borges. Y era también varias cosas más. Borges fue un crítico hasta de los poetas indiscutibles. Crítica que compartía elogios y reprobaciones y que se aplicaba a él mismo. La diplomacia de Borges consistía en decir lo que pensaba.

A los prejuicios y la mezquindad de Osterling, ahora muy evidentes, se sumó lo político: el rechazo a darle el premio a un escritor conservador. Otra infidencia que surge: Artur Lundkvist, que fue secretario de la Academia y el introductor de Borges en su país, decía que “nunca le darían el Nobel” y explicaba: “La sociedad sueca no puede premiar a alguien con sus antecedentes”.

Los antecedentes se llamaban Pinochet, de quien Borges había recibido una condecoración. En realidad, un Honoris Causa de la Universidad. “La equivocación más grande de su vida”, según Vargas Llosa, un liberal como Borges en el mejor sentido de la palabra. Ese fue un pecado mortal para toda la izquierda.

Hoy Borges es tan universal como el Nobel. Es decir, popular. Pero fue tenido por mucho tiempo como un escritor elitista, sobre todo por los que lo criticaban sin leerlo. Excusa para ocultar el genio ajeno y ajeno en la posición política. Algo muy de élite.

Alguna vez Borges dijo que con el lenguaje se puede simular la sabiduría. Simular. Después queda el tiempo, cuestión en la que Borges penetró como pocos. El tiempo está hablando ahora.

Aquí fue acusado de las peores cosas. Nacionalistas, peronistas y la izquierda le escapaban a sus libros como a la peste. Lo trataban de cipayo. Eran en realidad ciegos ante un genio al que consideraban extranjerizante y que escribió algunas de las páginas más agudas y profundas sobre el país y en especial sobre Buenos Aires.

Borges fue marginado de algo que mereció sobradamente. Bromeba con eso. Cuentan que decía: “Está bien que no me lo den; no me lo merezco. Pero eso hace que muchos se sientan culpables y me otorguen otros premios”. Recibió todos menos el Nobel.

Vargas Llosa dijo: “me da un poco de vergüenza recibirlo yo, no habiéndolo recibido Borges”. Se lo enrostró a todos los académicos que habían ninguneado a Borges. Y dijo más: “su vida fue leer, pensar, crear”. Nada más. Nada menos. Para lo que no se necesita ningún Nobel.

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