La columna política de Diario Los Andes

Esta semana la constante tensión entre el gobernador y la justicia alcanzó una dimensión de verdadero conflicto de poderes.
lunes, 19 de marzo de 2018 · 07:00

La conquista de Buenos Aires debe esperar

Por Carlos Salvador La Rosa

Después de haberse promocionado grandemente, durante la Fiesta de la Vendimia, con toda la prensa nacional para comenzar su larga marcha hacia la conquista de Buenos Aires, el gobernador Alfredo Cornejo reiteró su auto-marketing con periodistas famosos que vinieron a la provincia con motivo de la realización del crucial encuentro entre Boca y River que aconteció esta semana.

Sin embargo, con el despertar del año eminentemente político, los conflictos irresueltos renacen, lo que obligará al Gobernador a tener que mirar más hacia adentro que hacia afuera para sostener el poder que hoy por hoy le permite posicionarse muy por encima del resto de los políticos locales, tanto oficialistas como opositores.

Esa situación hegemónica que también le permite jactarse en los medios nacionales de que en Mendoza las cosas van mejor que en el resto del país, al menor descuido puede llegar a resultar cuestionada si se consolida algún bloque entre todos aquellos que hoy creen que si bien Cornejo está haciendo una administración razonable, requiere imprescindiblemente que se ejerza sobre él el máximo control posible debido a la escasa voluntad que tiene de compartir el poder. Por su quizá innata propensión a concentrar en vez de distribuir.

Al menos es esa la principal crítica que desde todos los sectores no específicamente cornejistas le hacen al Gobernador. En público la totalidad de los opositores y en off la totalidad de los sectores internos del oficialismo menos el propio... y aun así, hasta los suyos sonríen con un guiño de complicidad cuando alguien les critica ese sesgo de la personalidad un tanto “excesiva en autoridad” de Cornejo. Aunque haya que reconocer que eso no es sólo por culpa de él, sino porque hoy la clase política en general está muy debilitada y por lo tanto imposibilitada de ponerle límites a nadie cuando ello es necesario. Como que en Mendoza las instituciones siguieran funcionando bastante bien, pero sus integrantes no estuvieran a la altura de las mismas y entonces trataran de bajar las instituciones hacia ellos en vez de ellos subir hacia ellas.

Lo cierto es que justo por estos días en que Cornejo busca su proyección nacional, los conflictos locales parecen atentar contra ello. Lo ocurrido esta semana es una continuidad rotunda de lo que pasó a fin del año pasado, cuando un oficialista crítico, o más bien podría decirse un opositor interno, el diputado del PD Marcos Niven, con plena anuencia de las autoridades de su partido, le paró la ampliación de los miembros de la Suprema Corte de Justicia. Y, hay que decirlo, con gran alegría de la mayoría de los miembros de dicha Corte, que participan plenamente de la convicción de que es imprescindible ponerle la mayor cantidad de controles institucionales al Gobernador.

La reacción de Cornejo frente a la osadía gansa no fue la de intentar alguna negociación, sino la de redoblar el ataque contra los insubordinados. Así, le quitó asesores, secretaria y hasta el ordenanza a Niven. Mientras que promovió una feroz interna dentro del PD a ver si podía desplazar a los díscolos. Pero, como suele ocurrir en estos casos, quien se enoja pierde, y por lo tanto Cornejo deberá seguir aliado con un PD que, aterrado por el temor de quedar absorbido dentro del partido oficial, fortaleció a las autoridades partidarias que ya no tienen con él ni el más mínimo affectio societatis, además de que resistirán a muerte la anhelada ampliación de la Corte.

Esta semana el conflicto siguió por otros pero similares carriles. Con motivo de la liberación de los miembros de la filial local de la Tupac, las víctimas de los abusos de los milagrosalistas pidieron el Jury de Enjuiciamiento para los miembros de la Cámara que los liberó, contando con el decidido apoyo de Cornejo, que se siente general en jefe de esta guerra.

Así, poco antes de que se resolviera la continuidad o no del Jury contra la Cámara implicada, un pedido de la jefa de la Tupac, Nélida Rojas, para que la Justicia le devolviera la impresionante cantidad de bienes confiscados, levantó en ira a Cornejo, quien sostuvo que tan insólito pedido de devolución, más que culpa de los tupacistas, lo era de la Cámara que los liberó.

Y otra vez, quien se enoja pierde. Además de haber recibido la crítica de asociaciones profesionales del derecho por inmiscuirse en la Justicia, Cornejo debió sufrir un brutal desaire y un fuerte golpe cuando la oposición política en pleno, más casi todos los jueces, le rechazaron la continuidad del Jury.

A esta altura, ya es evidente que el combate que el Gobernador decidió encarar contra la Justicia, quizá por atendibles razones en cuanto a su mal funcionamiento para colaborar en la lucha contra la inseguridad, se ha transformado en algo eminentemente político. En un duelo que el otro poder ha aceptado, convencidísimo de que el Gobernador más que criticarlos por sus falencias (que incluso muchos magistrados asumen) lo que quiere es avanzar sobre ellos, sobre la institución judicial en sí misma. Y lo van a resistir.

En este clima es dificilísimo decir si el rechazo al Jury se debió a razones técnico-judiciales o a razones políticas. Porque, como se suele decir, en cuestiones jurídicas siempre suele haber una porción de la biblioteca a favor de una parte y otra a favor de la otra. Pero en cuestiones políticas es otro cantar. Y en lo que está ocurriendo hoy por hoy en la provincia de Mendoza en el conflicto entre poderes, todo parece muchísimo más político que jurídico.

Como que, de hecho, y quizá sin haberlo buscado nadie explícitamente, la Justicia estuviera ejerciendo el papel de oposición política que no está cumpliendo la oposición partidaria. Y que esta oposición se está colgando, en cada oportunidad que puede, de los desaires que la Justicia le hace a Cornejo para ver si puede, gracias a otros, lograr lo que no puede por sí.

No pareciera, sin embargo, que en Mendoza la Justicia quisiera avanzar sobre el poder político con intenciones de reemplazarlo en su papel, sino más bien porque algunos de sus más prominentes miembros están por demás persuadidos de que el gobierno (aunque no tanto todo el Poder Ejecutivo en general, sino su cabeza en particular, en un momento en que la cabeza es políticamente casi todo y el cuerpo casi nada) quiere avanzar sobre ellos.

O sea, hemos llegado a un momento crucial en la vida institucional de Mendoza cuando (y ambas partes parecen sinceramente convencidas) las cabezas de los dos poderes creen que unas se han entrometido indebidamente en las otras.

Cornejo piensa que la Corte está haciendo alevosamente política en contra suya y la Corte piensa que Cornejo se viene metiendo cada vez más en las atribuciones del Poder Judicial. Y tanto se vienen persuadiendo unos y otros de sus propios pareceres y de las maldades de los pareceres ajenos, que la dinámica conflictual ya parece haberse escapado de la mano de todos y amenaza continuarse por sí sola.

Y si bien es preocupante que quienes deberían sumar esfuerzos para colaborar contra el delito, con el debido respeto de la división de poderes, se estén obstaculizando mutuamente por las suspicacias que han ido acumulando unos sobre otros, lo más grave es que influyera en las cuestiones concretas, como por ejemplo que no se llegue hasta las últimas consecuencias en la investigación del caso de la Tupac, acerca de si los presuntos delitos cometidos se verifican o no. Y así en infinidad de casos.

Por eso, y porque siempre la primera responsabilidad es del que tiene más responsabilidad, es que Cornejo debería esperar un poco para iniciar su largo camino hacia La Meca nacional y quizá, siempre y cuando su carácter se lo permita, enojarse un poco menos a ver si, imitando su ejemplo, todos calman un poco sus hoy por hoy un tanto belicosos ánimos compartidos.

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