Los cambios abren expectativas

viernes, 22 de junio de 2018 · 07:00

Por Marcelo López Alvarez

Especial para MendoVoz

La industria vitivinícola está atravesando por momentos de interrogantes y por qué no también de incertidumbres. Los cambios ministeriales a nivel nacional se suman a ese largo cuestionario que, en algún momento, se deberá comenzar a responder.

La salida de Francisco Cabrera del Ministerio de la Producción no genera nada en los empresarios del sector. Hay poco para recordar del paso del Ministro nacido en Mendoza. Las mesas de competitividad devinieron en largas reuniones, donde nada se decidió y quedaron en el olvido.

Es difícil encontrar una medida en estos dos años y medio que pueda decirse salió a favor de la industria vitivinícola. Las pocas cosas que se consiguieron fueron el resultado de un esfuerzo denodado del sector y de los gobiernos provinciales y como si esto fuera poco, no se consiguieron para dar un salto de calidad, sino para parar tragedias como la prohibición de publicidad, los impuestos internos al vino y el espumante y la caída del plan de combate de la polilla de la vid.

La llegada de Dante Sica, un hombre vinculado a varios sectores industriales y que desde su consultora ha realizado informes de situación sobre el vino argentino, abre cierta esperanza de, por lo menos, pasar de la etapa de escucha a la de la acción.

El cuadro de incógnitas para las próximas semanas también incluye el futuro del Ministro Etchevehere y del propio ministerio. La posible salida del Ministro de la Sociedad Rural es un rumor que toma más cuerpo cada día (es más, hasta no sería de extrañar que la novedad se produzca entre que esta columna se termina de escribir y llega impresa a sus manos). La esperanza es que un cambio en Agroindustria traiga otra visión sobre las economías regionales y los problemas, que ya dejaron de ser severos para pasar a graves o muy graves.

Desde el sector cooperativo llueven las luces de alerta sobre la situación de las distintas producciones regionales que siguen hundiéndose. “No todas tienen la capacidad de organización e institucionalidad de la cadena vitivinícola y la están pasando decididamente mal” advierten desde CONINAGRO.

Pero, más allá de los cambios de los elencos gubernamentales, los desafíos son los mismos que venimos marcando en este espacio semana tras semana. La industria se esperanza con que el proceso inflacionario que sufre la Argentina, sirva también de disparador para discutir la cadena de valor de la producción vitivinícola donde la parte del león sigue quedando en mano de los intermediarios. La devaluación abrió alguna esperanza, pero si no se doma la inflación, cualquier devaluación es inocua en una industria que tiene una gran cantidad de insumos dolarizados y componentes en pesos de alta incidencia, como la mano de obra.

La otra gran discusión que hoy debería comenzar la vitivinicultura con el Estado es la de la sustentabilidad del sector a mediano y largo plazo. Es un rumor extendido en el sector que el consumo per cápita ya está por debajo de los 18 litros, un número que, de seguir cayendo, pronto hará insostenible e inviable una industria que tendrá que apostar cada vez más fuertemente a modelos asociativos ya no solo a nivel de productores, sino también en la elaboración y en la comercialización.

A propósito de esto, está al caer un anuncio muy importante del movimiento cooperativo que está ultimando detalles para presentar en sociedad -con las cooperativas vitivinícolas francesas, españolas e italianas- una comercializadora a nivel global para competir mano a mano con los grandes jugadores mundiales de la comercialización del vino.

Creatividad y asociatividad, parecen ser una parte insoslayable del camino que la vitivinicultura debe transitar.

 

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