Impuestos y FMI, otro cóctel peligroso

lunes, 3 de septiembre de 2018 · 07:00

Por Alcadio Oña para diario Clarín

Fue lo más parecido a una comedia de enredos, solo que la protagonizaban personajes de altísimas responsabilidades y que ocurría en medio de un tembladeral. El Presidente anuncia un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario que libera a la Argentina de apremios financieros hasta el fin de su mandato. La directora del FMI habla de “diálogos rápidos” entre las partes, pero evitando cualquier confirmación. Y el jefe de Gabinete emplea tres veces la difusa frase “en las próximas semanas”, para referirse al momento cuando se conocerían los términos del convenio.

Y si nada bueno podía salir de semejante ensalada, el punto es que salió de lo peor. Ya se sabe: un jueves con el dólar fuera de control. Escaló 15,6% en cuestión de horas, pese a que el Banco Central vendió US$ 330 millones para frenarlo y a que levantó la tasa al 60% y comunicó la decisión de mantenerla en ese nivel “al menos hasta el mes de diciembre”.

El viernes arrancó con el BCRA lanzado a licitar US$ 675 millones. Le tomaron 250 millones y consiguió, al fin, que el precio del demonio retrocediera 4,7%.

Fue de todos modos una semana a pura pérdida para Luis Caputo, el jefe de la entidad y quien maneja personalmente la mesa de dinero de la entidad: gastó US$ 1.290 millones en reservas que no le sobran y el billete avanzó nada menos que 20%.

Expresiones de este tiempo tormentoso diría el Presidente, el acuerdo con el FMI no resultó el punto de inflexión que iba a remontar la desconfianza en el Gobierno; tampoco apareció el camino hacia la reapertura del crédito externo ni la garantía capaz de retener a los fondos de inversión, que empezaron a pasarse de Lebac a dólares y partieron en busca de oportunidades más seguras. Hubo ajuste, aunque a los tumbos, y ninguno de los supuestos réditos de un stand-by Desde que se anunció el arreglo, a comienzos de junio, varios datos fuertes confirman que así fue: • El riesgo país creció 67% y se ubicó en 802 puntos porcentuales, el registro más alto desde octubre de 2014. Traducido, eso significa que si el Gobierno saliese al mercado internacional pagaría arriba del 11% en dólares o casi tres veces lo que paga Bolivia.

• La cotización del dólar subió 49%. Y como ya corría veloz, lleva 102% en el año.

• Siempre empinada para que el billete no se dispare, la tasa de interés del BCRA se mantuvo en 41% hasta que Caputo la puso en el 60%. Otra vez costos sin beneficios.

• La inflación, que según el acuerdo debía ser del 27% anual, marcha rumbo al 40%.

Cuesta hacer entrar en este cuadro eso de que “no estamos ante un fracaso económico” de Marcos Peña. Y también el “vamos por el buen camino” de Nicolás Dujovne.

Los términos de las reformas que el ministro de Hacienda negocia a todo vapor dicen que el stand-by original se vino abajo antes de cumplir tres meses. O menos aún, si se consideran algunos remiendos recientes, como el permiso del Fondo para usar un monto de reservas mayor al pactado y la marcha atrás con el pago de la deuda monumental que, durante la era cristinista, el Tesoro Nacional acumula con el BCRA.

No hace falta decir, a esta altura de la historia, que el Gobierno necesita salir cuanto antes del ahogo que le provocan la escasez de divisas y el cierre del mercado exterior. Tampoco, que la salida consiste en que el FMI le adelante, ya, los fondos de este año y los del año que viene de modo deafrontar justamente las obligaciones dolarizadas.

Obvio que la contrapartida es un ajuste fiscal mayor: poner el déficit fiscal de 2019 en cero si fuese posible, en lugar del 1,3% del PBI previsto inicialmente. Esto es, algo así como llevar el ajuste final a $ 450.000 millones.

La novedad, que no sería ninguna novedad porque ya estaba contemplada en el acuerdo original, se llama subir impuestos o postergar bajas de impuestos. Si se prefiere aumentar ingresos o no perder ingresos.

Reimponer retenciones al trigo y al maíz y suspender los recortes en la alícuota de la soja, o incluso aumentarla, pintan para ser las piezas resonantes del paquete. Pero debe cuidarse cómo se reparten las cargas, de modo de no estimular una producción en desmedro de otra.

Parece cantada la decisión de patear hacia adelante el ajuste de los balances empresarios por la inflación, así sea una medida bien PRO. En etapa de definiciones figura, también, la idea de retocar el sistema que permite pagar el impuesto al cheque a cuenta de Ganancias y suspender la aplicación de algunas exenciones.

Una variante del mismo tipo, ahora asociada directamente con los fiscos provinciales, toca a Ingresos Brutos y al muy probable diferimiento de ciertas rebajas previstas para 2019. Ese impuesto es de lejos la mayor fuente de ingresos propios de los Estados provinciales y, sobre todo, entre los grandes.

Buena parte de este paquete de medidas tiene que pasar por el Congreso, que es igual a decir que será incorporado al proyecto de ley del Presupuesto Nacional 2019. Minoría, el oficialismo precisará de los votos del llamado “PJ responsable”; entre otras cosas, porque sería una malísima señal que la ley se trabe en medio de la crisis económica.

Cuenta gente con acceso a despachos de la Casa Rosada: “Pero si hablamos de ajustar gastos, hoy mismo el gobierno central sacude sin piedad ni demasiada prolijidad a las partidas de los ministerios. Los créditos presupuestarios de la mayoría han sido reducidos a la mitad”. En ese espacio, Dujovne opera por cuenta y orden de Mauricio Macri.

La guadaña sacude especialmente a los recursos asignados a obras públicas y, se dice, sacude más en unos ministerios que en otros: “Cosas de la política de intramuros”, afirma aquella gente.

Esto que ocurre ahora va a ocurrir tupido el año próximo, pues cortar inversiones en infraestructura tiene la ventaja de pegar rápido sobre el gasto. La desventaja es que también le pega rápido a la economía: cuestión de ajuste, al fin.

A la vista, si se quiere ya presente, el problema es que la suma de las partes va armando un cóctel peligroso, socialmente peligroso.

Tenemos: actividad económica en estado recesivo; un proceso inflacionario con piso asegurado del 35% anual que puede terminar en 40%; los salarios ante la perspectiva de caer cerca del 5% real; tasas de interés al 60%, dólar por las nubes y aumento de la presión impositiva. Hay de todo y como bastante del todo caerá sobre los sectores sociales de muy bajos recursos, necesitarán ser protegidos.

El temor del Gobierno es que encima se crucen problemas con los pagos externos. Esa urgencia manda cerrar pronto con el Fondo Monetario. Y tan pronto, como que el objetivo central del viaje de Dujovne a Washington es volver el jueves con un preacuerdo y anunciarlo de inmediato. w

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