Cruzaron la cordillera en bicicleta

Un grupo de amigos que no se dedican al ciclismo profesional decidieron así viajar a Chile y cumplieron su objetivo.
viernes, 9 de marzo de 2018 · 07:00

A mediados de 2017, un grupo de amigos comenzó a andar en bicicleta para mantenerse activos, hacer deportes y vida al aire libre, hasta que un día decidieron cruzar la cordillera de Los Andes en bici. Entrenaron varios meses, marcaron objetivos y se emprendieron en una travesía que les dejó una gran experiencia de compañerismo y solidaridad, que afianzó aún más su amistad.

Ellos son Benjamín Toledo Sacchi (33 años), de Godoy Cruz; Nicolás Cruzat (32) y Orlando Sisti (32), de Guaymallén, y Alan Azuri (33) y Adrian Belarde (30), de Ciudad, este último conducía el auto de apoyo para hidratación y seguimiento de la caravana.

Partieron desde Mendoza el domingo 4 de febrero y llegaron a Chile el miércoles 7. En total hicieron 377 kilómetros en trayectos de 100km y 120km, pedaleando unas cinco o seis horas diarias.

 

Un viaje en cuatro etapas

El viaje Mendoza-Reñaca programado por este grupo de entusiastas constó de cuatro etapas: Vistalba-Uspallata, Uspallata-Penitentes, Penitentes-Los Andes (Chile) y Los Andes-Reñaca (Chile).

“Primero hicimos una parada técnica en Potrerillos. Hasta allí no tuvimos inconvenientes porque ya conocíamos la ruta ya que habíamos entrenado yendo al dique, y de Potrerillos a Uspallata en cambio no la conocíamos, la parte más complicada fue la Curva de Guido y el calor, que restaba mucho al rendimiento físico, pero llegábamos cada uno a su tiempo y a su ritmo”, relató Nicolás a MendoVoz.

Y luego continuó: “En la segunda etapa nos agarró el alud y no nos dejaron pasar. Esa etapa fue hermosa, aunque debido al retraso nos tocó de noche y no pudimos seguir pedaleando entonces el auto de apoyo nos llevó de a dos hasta Penitentes”.

“En la tercera, la única parte complicada fue la Curva de la Soberanía porque estás a mucha altura, ahí nos juntamos todos antes del túnel internacional y cruzamos el túnel falso (como muchos los llaman) por arriba y luego dos en el auto de apoyo y los otros tres con Vialidad”, agregó Nico.

“La bajada de los caracoles fue una experiencia inolvidable, tuvimos un poco de viento y un par de curvas difíciles, como el Salto del Soldado. Y la última parte la hicimos muy rápido y con un clima estupendo”, concluyó Cruzat.

 

Entre anécdotas y dificultades

Durante el recorrido, el grupo fue testigo de situaciones un tanto cotidianas de la noche mendocina: “El primer día que salimos a la ruta (un domingo en la madrugada) nos quedamos en el medio de una piñadera entre la salida de los boliches y la rotonda de los bomberos de Luján, después lamentablemente vimos un accidente automovilístico en el dique Cipolletti”, contó Benjamín a MendoVoz.

Pero también uno de los desafíos de estos amigos fue aprender a pensar en equipo. “El mayor obstáculo fue homogeneizar los objetivos del grupo, que todos entendieran cuál era la realidad física del otro y encontrar un ritmo de entrenamiento y rutina y que el grupo se mantuviera unido. Al principio costó un poco porque, por ejemplo, yo no soy deportistas y los chicos sí, entonces ellos tienen un plus de entrenamiento que yo no tengo y me quedaba muy atrás, hasta que entendimos que todos como grupo debíamos ir juntos y acompañarnos y motivarnos entre todos a para poder seguir adelante, que por suerte lo superamos bien”, relató Benjamín.

Desde el punto de vista téncnico no tuvieron mayores obstáculos, ya que no sufrieron accidentes ni se lesionaron. Aunque el primer día ”uno de los chicos se deshidrató y eso nos hizo dar cuenta del gran esfuerzo físico que estábamos dando y nos hizo repensar muchas cosas”, agregó Benjamín.

Y por más que no querían romper con el invicto, antes de llegar a la meta final uno de ellos pinchó, pero a esa altura nada podía empañar el logro alcanzado.

 

Cómo se prepararon

El entrenamiento fue paulatino, como actividad de grupo empezaron con tramos cortos y a medida que se fueron sintiendo más cómodos comenzaros a hacer etapas más largas. Fueron a Cacheuta, Villavicencio, Potrerillos y el dique El Carrizal.

Y en forma individual, generalmente dos veces en la semana, salían en las noches por los horarios de trabajo,.

“Entrenar nos hizo muy bien. Cada uno por su lado le puso un granito de arena y entrenó como pudo y al final tuvimos nuestra recompensa”, dijo Nicolás.

 

La meta cumplida

“La experiencia más importante que yo me llevo es ver cómo cada uno del grupo me fue esperando y haciendo el aguante y secundando porque empecé a quedarme sin resto físico y me empezó a costar un poco más, entonces siempre estuve acompañado por uno del grupo que sabiendo que podía ir más adelante me acompañó para que no me quedara muy atrás y solo”, relató Benja, quien es vegano Benjamín es vegano y se cansaba rápido.

Una vez que llegaron, según relataron, lo mejor fue la cara de satisfacción de todos y el poder reflexionar sobre cómo fue todo lo que vivieron en esos días. Finalmente estaban todos juntos y brindando en Reñaca.

“Fue una experiencia inolvidable, que vamos a repetirla, ya estamos pensando en otros viajes en bicicleta. Muchos de los chicos que no lo hicieron no se la quieren perder”, agregó Nicolás.

 

El reencuentro

Este equipo de seis no estuvo solo, ya que una vez instalados en Chile recibieron la visita de siete amigos más que viajaron al vecino país para festejar el logro de estos aficionados y de paso celebrar el Carnaval.

“En términos individuales, descubrí que el ciclismo es algo que me gusta hacer, que me permite desarrollar una actividad deportiva no siendo deportista. Y en términos grupales descubrí que cuando uno planifica cosas nuevas en el grupo de amigos se recrea la mística que ese grupo tuvo desde un principio, fortalece los lazos y da ganas de seguir y hacer otro tipo de cosas”, finalizó Benajmín.

 

Próximas aventuras

Una vez en Mendoza, la motivación de estos jóvenes aumentó y a ellos se les sumaron los que no viajaron. Por lo que han planificado nuevos destinos.

“Uno de ellos es arrancar en el Arco Desaguadero (La Paz) hasta Villa General Belgrano (Córdoba) para la ir a pasar el Oktober Fest, es una ruta de 450 kilómetros, que tiene la ventaja de que no es montaña, las pendientes son más suaves, y es un kilometraje que podemos hacer y quizás la gente que se sume ahora lo va a poder hacer también”, comentó entusiasmado Benja.

“Y ya para el verano de 2019 -agregó- hemos planificado hacer la ruta de los Siete Lagos. Esos serían los dos viajes largos que tenemos programados y durante el año seguiremos entrenando”, concluyó.

Galería de fotos