Ramón, un símbolo de Villa Nueva

Todos lo conocen como “el lustrabotas de la calle Libertad”. Ha sabido ganarse el cariño de los habitantes durante más de 50 años.
viernes, 26 de enero de 2018 · 07:00

En cada rinconcito del mundo hay algún personaje que sobresale, ya sea por su trabajo, su carisma, su legado o su ejemplo. Indagando un poco sobre la historia de Guaymallén, apareció su nombre: Ramón Raúl Atencio, el lustrabotas de la calle Libertad que se ha convertido en un ícono de Villa Nueva.

Ramón -como todos lo conocen- durante más de 50 años ha estado en la calle Libertad ofreciendo su servicio: limpiar los zapatos de los caballeros que andan por la zona realizando trámites. Muchas generaciones lo han visto a diario desarrollar su tarea. Comerciantes, vecinos y transeúntes cotidianos del lugar reconocen la labor de este sencillo hombre que ha sabido ganarse el cariño de la gente.

“Ramón es un símbolo de Villa Nueva. Lo conozco desde que tengo 10 años. Es buena persona y se ha ganado el cariño de todos. Antes estaba en la puerta del banco lustrando botas, pero ahora le han dado una pensión y no trabaja más. Es un personaje. Él tenía 18 años cuando empezó a lustrar”, comentó Mario, un vecino de la zona.

La vida de Ramón siempre fue esa. Antes lustraba frente a los negocios y después se quedó en la entrada del banco de Libertad y Bandera de los Andes. Pero ya no lo puede hacer por las limitaciones propias de su edad: tiene 75 años.

Liliana, una comerciante que hace muchos años tiene su negocio de ropa en la avenida Libertad, manifestó: “Lo conozco desde hace 11 años; es el personaje histórico de la calle Libertad. Toda la gente lo conoce porque caminaba todos los días con su carrito, seguido por sus perros. Es bueno, colaborador, sabe la vida y la historia de Villa Nueva. La gente trata de ayudarlo con lo que puede, ya que vive en una casa precaria”. Asimismo, la mujer aseguró que “es muy querido y no hay persona que pase por la vereda y no lo salude. Es raro que haya alguien que no lo conozca”.

MendoVoz se acercó hasta la zona para conocer personalmente al personaje del que todos hablan. Buscándolo en las cercanías de los comercios donde lo suelen ver, apareció sentado en un banco de la vereda, con su gorrita, su bastón y su sencillez. “Yo quiero a la gente de Villa Nueva. Conozco a todos acá en la zona; me ayudan mucho y me quieren”, manifestó.

Y aprovechó la ocasión para pedir ayuda para arreglar la casa en la que vive. Según comentó, necesita materiales para reparar el techo de la vivienda ubicada en Jorge Newbery y Silvano Rodríguez, en la que reside junto a su hermana y que, cuando llueve, se inunda.

 

Persona reconocida

Hace unos meses, Ramón recibió un reconocimiento en la megafiesta que organizó el grupo virtual “No sos de Villa Nueva si…”. Allí fue aplaudido por cientos de vecinos que se acercaron a disfrutar del evento.

Anticipando ese suceso, Marcelo Castillo -uno de los administradores de la página de Facebook- publicó algo especial en homenaje a este simbólico hombre, lo que tituló “Guardián de la Libertad”:

“Caminando por la avenida Libertad estoy libre, libre como siempre. Caminando en su historia me voy encontrando con aquellos locos lindos que, como yo, aman y sienten que este es ‘su lugar en el mundo’. Así logré ver a don Yamashiro, que con su experiencia de aviación arreglaba un nuevo rifle en su armería; mas allá, al disgraciau del Trucha cargando el reparto en su camioneta y, enfrente, los inmensos bigotes blancos de don Martín, rodeado de bicicletas... Todos quieren mi lustre, pero es el edificio del Banco de Previsión Social donde saco mis chirolas, las que alegran a mis perros porque serán unos posibles huesos comprados en lo de Sileoni. Y caminar con destino incierto, gambeteando veredas entre Walter Denis y ese Italiano que les vende zapatos a todos. Pasar por la Iglesia de la Sagrada Familia, observar la Vespa celeste y del otro lado al Mingo Soria cantando una nueva de Sandro, entre los leones de bronce, las columnas del edificio municipal y la biblioteca. Pero mis pasos no bajan, miro por la ventana del club social por si el Aldo me acepta un chiste; veo al Ítalo ordenando golosinas en su trono y, por allá enfrente, don Albornoz meta sacar fotos. Seguramente hoy me espera el Luis para cortarme el pelo. Pero debo acelerar mi paso porque mi hermosa jauría de amigos adoptados sabe que debemos llegar a casa, porque hoy juega el Canario y mi vida se tiñe de amarillo...

“No sé por qué me dicen Cepillo, pero soy aquel de saco endurecido que con sus arrugas y su caja de lustre a cuestas me hice parte de la Villa Nueva para ser el guardián de su historia”.

Así es Ramón, un hombre simple que ha caminado las calles de su lugar y ha dejado huella en tantos que  han tenido la suerte de conocerlo.

 

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