Punta de vacas: honra a sus maestras en su día

Una escuela lasherina de frontera es retratada en sus jornadas habituales por dos maestras que celebran su día.
viernes, 11 de septiembre de 2020 · 07:40

A propósito del Día del Maestro, que se celebra hoy viernes 11, dos maestras de una escuela lasherina de frontera abrieron sus aulas vacías para confirmar que allí, en plena montaña, la docencia deja huellas. Historias de vida en un abrazo detenido por la pandemia. 

El despertador suena cada lunes muy temprano. Ellas se levantan, toman un té o un café a las apuradas mientras buscan el guardapolvo, no pueden perderse el micro de las 6 para llegar puntual a la escuela, no tienen otro medio de movilidad que las traslade hasta Punta de Vacas, Las Heras, Mendoza.

Al mediodía izan la bandera y hasta el viernes a la tarde no regresan a sus hogares. Educan, aprenden, comparten tristezas y alegrías. Conviven. Entre ellas y con sus 18 alumnos. El bullicio de las aulas se apaga cada día a las 5, ellas ordenan sus carpetas, acomodan los bancos, descansan bajo el silencio apenas interrumpido por el ruido del viento y preparan la cena. “A veces son las 12 de la noche y la veo llenando planillas, esta mujer no para de trabajar”, revela Ana María Bordas sobre su directora, la maestra Miriam Elena Bayaregua.

Ambas tienen 30 años de trayectoria. Eligieron la escuela Nº1-390 Ejército Libertador de Punta de Vacas, casi al límite con Chile, para hacer cumbre como educadoras en plena cordillera de los Andes. Una meta cumplida para las dos. Y allí quieren jubilarse.

Esta escuela se cerró en 2012 y gracias a la gestión de Daniel Orozco, intendente de Las Heras, se reabrió en 2017. Tres frecuencias diarias de colectivo posibilitan que Miriam y Ana lleguen a destino cada semana. Lo mismo que los profesores de Educación Física, de música, de inglés y de plástica. Porque se trata de un colegio de horario extendido, donde los niños de 6 a 12 años almuerzan, además de contar con materias suplementarias a las de la educación primaria formal.

Los niños llegan y corren al encuentro de Miriam, Ana y el resto de los maestros que habitan la escuela Ejército Libertador. También reparten besos al celador. Y los padres recogen algunos pedidos “de la ciudad” que amablemente consiguen los docentes ya que en este lugar del mundo no existen las librerías, pero los lápices y las hojas se gastan igual que en las escuelas de la ciudad. Uspallata es el punto de compras más cercano, pero a veces no pueden “bajar” por una goma.

Este año, la pandemia lo quebró todo. El coronavirus se propuso hundir el aislamiento que de por sí puede sentir esta familia educativa. Sin embargo, ahí están docentes y alumnos unidos para hacer frente a la batalla, combatiendo las distancias, la soledad, y soportando la falta de conectividad. Ellas se las ingenian para mantener el contacto, y sobre todo el rendimiento del ciclo lectivo de sus alumnos. Las clases virtuales parecen una utopía; entonces toman la puerta de metal de la cocina de sus casas como pizarrón, se filman en secuencia para que los videos no sean tan pesados y puedan descargarse, y una o dos veces al mes “suben” con los cuadernillos y las actividades para generar el necesario intercambio con sus padres y así poder avanzar en la educación de sus chicos.