El toque de queda no frena las protestas de los chilenos

lunes, 21 de octubre de 2019 · 07:01

Por Iván Gajardo Millas

Con un tesón que pone el foco en el modelo económico más que en el aumento del Metro, los chilenos desafiaron al Estado de Emergencia, decretado por el presidente Sebastián Piñera, con una ola de cacerolazos, y manifestaciones hasta la madrugada de hoy, varias horas después de iniciado el toque de queda impuesto para sofocar las protestas.

La capital chilena amaneció este domingo con un panorama similar al del sábado, con fuerte presencia militar en los accesos, estaciones del Metro y avenidas principales luego que el Estado de Emergencia habilitara a las fuerzas armadas a "tomar el control de la Seguridad Pública".

Desde la última hora de la tarde del sábado hasta hoy rigió un toque de queda en Santiago y algunas comunas aledañas, una medida de excepción que las autoridades toman por primera vez desde 1987, bajo la presidencia del dictador Augusto Pinochet.

Sin embargo, ni el Estado de Emergencia, ni el anuncio de Piñera sobre la marcha atrás del aumento que gatilló la ola de protestas tranquilizó el ánimo de cientos de miles de chilenos que mantuvieron la intensidad de los reclamos callejeros por horas y horas convocado por redes sociales y que de modo intermitente se extendió el resto del día en varias ciudades.

Igual que en los últimos dos días, el heterogéneo movimiento de protestas incluyó pacíficas familias golpeando cacerolas en numerosas esquinas, automovilistas tocando bocinas y también violentos enfrentamientos con la policía, saqueos a supermercados, vandalismos y una feroz represión policial con gases lacrimógenos y perdigones de goma.

Los programas políticos de la noche mezclaron los anuncios de saqueos y vandalismo con el intento de abordar análisis más de fondo sobre la inédita explosión de protestas que nadie vio venir y que sacudió en menos de una semana los cimientos del modelo económico chileno.

La perplejidad y conmoción de los participantes por el volumen de las manifestaciones se percibía en las calles mientras los comentarios políticos del "prime time" televisivo buscaban transversalmente descifrar cómo la política no pudo prever el descontento que se estaba incubando.

Jubilaciones misérrimas, tarifas de servicios carísimas, casi nula movilidad social, educación y salud privadas e inalcanzables para una familia de trabajadores, fueron las consigna que gritaban y que resurgieron con fuerza en las redes sociales en estos días, sumándose con potencia a la consigna original sobre el transporte público y demostrando de paso que ésta fungía apenas como emergente de una demanda social más amplia y compleja.

Lo cierto es que los estudiantes, con su "Revolución de los Pinguinos" (2006), cuando centenares de miles de ellos se alzaron masivamente a favor del derecho a la educación, ya habían anunciado un cortocircuito entre las aspiraciones jóvenes y la respuesta que le da el Estado y la institucionalidad heredada de la dictadura de Pinochet.(1973-1990).

Del mismo modo, movimientos masivos como "No+AFP" (contra el sistema de jubilación privada), y otros que luchan por cambiar la Constitución de 1980 también herencia de la dictadura, en tanto otros evidencian grietas crecientes en el modelo chileno y en el legado institucional de la llamada "transición", como se denominó el primer período post-dictadura.

Ninguna de estas logró por ahora enmarcarse en una orgánica política que le de cauce, viabilidad y suficiente representación parlamentaria, pero la sensación ciudadana y un aparente consenso mediático anticipa por estos días que el modelo empieza a resquebrajarse y así lo mencionan los medios de comunicación.

No sólo los militares patrullando a las calles activaron la memoria colectiva de los chilenos por estos días. Las características de la movilización en curso recordó la "Revolución de la chaucha", una violenta manifestación realizada los días 16 y 17 de agosto de 1949, en Santiago con motivo del alza del valor del transporte colectivo en 20 centavos de peso (una "chaucha" en el lenguaje popular chileno).

La revuelta, que dejó ocho muertos y centenares de heridos, logró su cometido de bajar la tarifa para los estudiantes, pero además culminó con la creación del Comité Unido de Obreros, que será un antecedente para la creación de la histórica CUT (Central Única de Trabajadores) la principal organización sindical chilena y la derogación de poderes que el Ejecutivo disponía en virtud de la ley "maldita" que proscribía al Partido Comunista.

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