Informe vitivinícola: Entre la guerra y la paz

viernes, 22 de febrero de 2019 · 07:00

Por Marcelo López,

especial par MendoVoz

 

La Legislatura de Mendoza entró en ebullición con la crisis vitivinícola, como ya lo hemos contado en este espacio.

La decisión de Diputados con respecto a la aprobación o no el proyecto del Ejecutivo y lo que pase en Senadores después, poco cambiará la situación estructural de la vitivinicultura. Las reuniones que se sucedieron en estos días estuvieron plagadas de desconfianzas y reproches, pero nada de parte de la dirigencia política que muestre seriedad y compromiso en el tratamiento del futuro de la industria madre de Mendoza.

La obtención o no del endeudamiento para el famoso fondo de estabilización o anticíclico y la posibilidad de que este el dinero sea utilizado en medidas de coyuntura no cambiará la situación de fondo del complejo vitivinícola mendocino

Para tomar el toro por las astas hay que ser precisos en trazar el panorama observando todas aristas que componen las largas mesas de negociaciones. Del lado provincial, la dirigencia política parece estar escasa de soluciones modernas e innovadoras que se podrían aplicar.

Las autoridades nacionales se niegan sistemáticamente a aportar algo para paliar la situación y potenciar la competitividad de las exportaciones con valor agregado y quedan ideológica y prácticamente atados al modelo agroexportador primario.

Y el complejo vitivinícola también está cruzado por internas (ahora un poco acalladas por la magnitud de la crisis) que muestran diferencias en el modelo o camino a tomar para el futuro de la industria.

En medio de todo este sinnúmero de vicisitudes hay escenarios plateados por números duros que son incontrastables y que marcan que la transformación tiene que ser de fondo.

En primer término el mercado mundial ha cambiado significativamente, no solo que no crece en volumen como se necesitaría para dar cabida a todos los actores, sino que Europa ha aumentado su capacidad de producción con España a la cabeza y también se ha metido fuertemente a jugar en el mercado de los mostos. Por lo tanto, la competencia y la oportunidad para las exportaciones se achican considerablemente.

Además, como le expresó un conocedor muy agudo del tema a este cronista, hay un nuevo punto de equilibrio en el consumo en torno a los 1.200 millones de litros entre mercado interno y externo contra los 1.500 millones de cuatro años atrás.

Eso quiere decir que alrededor a una producción normal de 1.500 a 1.600 millones de litros que es lo que elabora de vino anualmente, sobran entre 300 y 400 millones de litros por año por que la cosecha no varía significativamente.

¿Qué quiere decir esto? que el sobrestock ha dejado de ser un fenómeno eventual por una buena cosecha para transformarse en un problema estructural de la economía vitivinícola y regional.

Con este panorama, la crisis de fondo se transforma en más grave porque no se discute, no aparece en los proyectos y se corre el riesgo de volver a dilapidar una millonada de pesos, en soluciones cortoplacistas, demagógicas y que han demostrado una efectividad efímera.

Ya estamos en la Vendimia y para colmo, no hay que llenar las bodegas porque ya están llenas, y los precios van sensiblemente a la baja, los comisionistas están firmando contratos a $7 el vino tinto genérico a pagar en cuotas desde agosto a diciembre o enero, y un productor del Este confeso a este cronista una operación a 6 pesos el litro de blanco de blancas.

El pronóstico de cosecha del INV llenó de comentarios las mesas vitivinícolas por su amplio margen, “así es fácil hacer una proyección y sirve de muy poco” confesó un productor alarmado por los precios y confirmó que a pesar de los supuestos compromisos con el Gobierno nadie quiere comprar uva al nivel del año pasado.

La vendimia esta en marcha y a productores y políticos los corre la Vendimia institucional, a los primeros porque saben que es momento para conseguir algún beneficio, a los segundos porque quieren pasarla en paz.

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