La ilimitada estupidez humana

Terraplanistas, antivacunas, negadores de los horrores del chavismo: la era de la sin razón.
lunes, 8 de julio de 2019 · 08:53

Por Silvia Fesquet

Al comando de la misión Apolo 10, antecesora de la que hizo pie en la Luna, Thomas Stafford veía cómo la Tierra quedaba cada vez más lejos y cada vez más empequeñecida. Fue entonces cuando tuvo la ocurrencia y le formuló el pedido al centro de control en Houston: “¿Creen que podrían llamar a Londres y decirle al presidente de la Sociedad de la Tierra Plana que está equivocado?”. Con las primeras cámaras a bordo capaces de tomar imágenes en color, no había duda posible acerca de la forma del planeta. La respuesta que recibió lo sorprende aún hoy, más de medio siglo más tarde: “Sí, señor Stafford, observamos que la Tierra es redonda, pero es un disco plano”. El veterano astronauta evocó el diálogo semanas atrás, en la celebración de los 50 años de la llegada del hombre a la Luna, en Cabo Cañaveral, y lo registró la enviada de Viva que cubrió el acontecimiento. A contramano de cualquier evidencia, la teoría sigue más firme que nunca: en marzo pasado se llevó a cabo en la Argentina el primer “congreso” de terraplanistas del país.

A pesar de que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, las vacunas salvan hoy entre 2 y 3 millones de vidas al año, un fuerte movimiento mundial descree de las evidencias y, responsabilizándolas, entre otras cosas, de ser causal de autismo deciden no inmunizar a sus hijos. Todo empezó 21 años atrás, cuando un médico inglés, Andrew Wakefield, recomendó que se investigara más la relación entre la vacuna del sarampión, las paperas y la rubéola y el autismo y presentó una investigación preliminar, que publicó la prestigiosa revista médica The Lancet. Seis años después la publicación admitió que no tendría que haber reproducido el trabajo, se retractó formalmente y pidió disculpas a la comunidad científica y al público. El Consejo Médico General Británico ya había emitido su veredicto: se trataba de un fraude cometido por Wakefield, quien había recibido dinero para orientar las investigaciones y se estableció que había habido un “fatal conflicto de intereses”, ya que un grupo de padres, convencidos de que la vacuna había provocado daños en sus hijos, había contratado al médico para que lo demostrara. El profesional fue expulsado de la entidad médica de Gran Bretaña y se le prohibió el ejercicio de la profesión. Ninguna investigación posterior demostró que la vacuna pudiera causar algún daño. Sin embargo, otro tipo de perjuicio ya había sido provocado: en 2019 la OMS reconfirma la tendencia del año pasado, con la reemergencia global del sarampión. Para dar apenas un dato, en la región europea de la organización se notificaron, en enero y febrero pasados, 34.300 casos, y 13 muertes, frente a los 83.540, con 74 muertes, en la misma zona en 2018: según el organismo, se notifica menos del 10% de lo que en realidad ocurre. A despecho de las comprobaciones científicas de toda laya, hay un movimiento que decide ignorarlo todo, arriesgando así vidas propias y ajenas.El pasado jueves, y después de una visita al país realizada entre el 19 y el 21 de junio últimos, la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, presentó un lapidario informe sobre la situación en Venezuela: habló allí de 6.856 ejecuciones extrajudiciales entre 2018 y lo que va de este año, a manos de las fuerzas del régimen chavista. Los datos y las conclusiones vienen a ratificar lo que ya se venía denunciando desde mucho tiempo antes. Ni entonces ni ahora, sin embargo, muchos fervientes defensores de Maduro ensayaron al menos una tímida autocrítica.

“Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el Universo, y no estoy seguro de lo segundo”, decía Albert Einstein. Parafraseándolo, podría hablarse también de la necedad y el negacionismo. Suponiendo que no entraran en la categoría de estupidez.

Fuente: Clarin.

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