Que el VAR no esconda lo que pasó

lunes, 8 de julio de 2019 · 07:00

por Carlos Viacava para diario La Prensa

“Nosotros no debemos ser parte de esta corrupción”. Ofuscado como pocas veces se lo había visto, pero con voz serena y firme, Lionel Messi se quejaba por su expulsión en el duelo con Chile como antes lo había hecho por los fallos arbitrales luego de la derrota a manos de Brasil. El capitán albiceleste había decidido no ir a recibir la medalla por el tercer puesto. Se sentía despojado, víctima de un complot para allanar el camino de los dueños de casa al título en la Copa América. La Pulga encabezaba la cruzada albiceleste contra la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), con el apoyo de la AFA para hacer todavía más oficial la protesta que veía en el VAR y en los jueces los responsables de un despojo que acabó con la Selección nacional en el último escalón del podio.  Sin dudas no hubo justicia en la aplicación de esa herramienta tecnológica durante el certamen, pero el VAR no puede servir de excusa para ocultar lo que pasó con el equipo de Lionel Scaloni.

El VAR fue presentado como el elemento que podía garantizar el resguardo de la ecuanimidad en un deporte que le brinda demasiado lugar al error humano, en especial a las equivocaciones de los árbitros, quienes con sus decisiones pueden provocar perjuicios irreparables. A lo largo de la Copa se consumieron infinidad de minutos consultando, revisando jugados, llegando al absurdo de que los festejos de los goles terminaran siendo estériles o que se convalidaran acciones imperceptibles. Este curioso criterio transformó a los hombres encargados de impartir justicia dentro de la cancha en meras marionetas que respondían a las órdenes que les llegaban desde la oficina donde sus colegas escudriñaban segundo a segundo los partidos en procura de dar con una incorrección reglamentaria.

Aunque más justo en apariencia, el fútbol estaba desnaturalizado. Los interpretadores de jugadas por televisión ganaron un protagonismo enorme. El VAR se adueñó de la pelota. Para bien y para mal. Así como se aplicó para anular varios goles durante la competición, también se eligió no consultarlo para no tener que sancionar los dos penales que Brasil cometió contra la Argentina. Esas omisiones despertaron la ira albiceleste. Nadie parecía recordar en ese momento que gracias al video el Seleccionado había evitado una oprobiosa eliminación en la fase de grupos merced al otorgamiento de un penal inexistente contra Paraguay.

La gota que rebalsó el vaso fue la tarjeta roja a Messi por su encontronazo con el chileno Gary Medel. Está claro que con amonestaciones se solucionaba todo, pero el árbitro paraguayo Mario Díaz de Vivar se equivocó del mismo modo que antes había inventado una falta sobre La Pulga en la maniobra que desembocó en el gol de Sergio Agüero.

Gritó a los cuatro vientos su furia Messi. Contó con el respaldo de una AFA determinada a enfrentar a capa y espada a la Conmebol. El presidente Claudio Chiqui Tapia optó por protestas formales más fuertes de lo habitual. La parcial aplicación del VAR constituye el instrumento ideal para justificar el resultado deportivo de la Selección. Está claro que hubo una marcada intencionalidad de favorecer a Brasil en las semifinales, pero también es necesario parar la pelota y ver qué hizo -o qué le faltó hacer- al conjunto nacional para aspirar a más en la Copa América.

DE LA IMPROVISACION A LA ILUSION

El tercer escalón del podio le brinda a la Selección una caricia impensada antes de que el balón comenzara a recorrer las canchas brasileñas. Las principales dudas estaban centradas en la figura de Scaloni, quien por la incongruencia de la AFA debió hacer un curso rápido de entrenador en plena competencia.

El DT dio pruebas de su inexperiencia hasta a la hora de confeccionar el plantel. Al igual que su antecesor en el cargo, el pretendidamente revolucionario Jorge Sampaoli, Scaloni tiene una particular visión del fútbol que le hace creer que la posesión lo es todo y que su equipo siempre tendrá la pelota. Por eso en la lista de 23 jugadores faltó un mediocampista de recuperación, un 5 de esos que raspan y dejan el alma para quitarles el balón a los rivales.

Esta curiosa ideología futbolera llevó al técnico a juntar en la mitad de la cancha a Leandro Paredes y Giovani Lo Celso para repartirse ese sector del campo con el apoyo de Guido Rodríguez primero y de Roberto Pereyra después en un vano intento por obligar a dos talentosos creativos a cumplir funciones para los que no estaban capacitados. La consecuencia inevitable fue que Argentina acabó siendo un equipo sin presencia en el centro del campo, que quedaba desprotegido en defensa y que, inesperadamente para Scaloni, carecía de la cuota de creatividad que él perseguía con ese dibujo táctico.

Recién con la incorporación de un Rodrigo De Paul que se sacrificó como nunca antes lo había hecho en su tradicional rol de volante ofensivo, el mediocampo argentino recuperó presencia, aparecieron los relevos que facilitaron la tarea de la última línea y el equipo se antojó más lógico. La entrada de Marcos Acuña en desmedro de un deslucido Lo Celso completó el proceso. Y la Selección mutó llamativamente de conjunto pensado para la construcción y el dominio del balón a un modelo basado en el agrupamiento en la mitad del terreno para salir rápidamente de contraataque. Así superó a Qatar y Venezuela y sepultó en el pasado los francamente olvidables desempeños contra Colombia y Paraguay.

Uno de los tardíos aciertos del entrenador fue la aparición de Lautaro Martínez en la ofensiva. Scaloni había arrancado con Sergio Agüero y Messi como hombres de punta, con Matías Suárez como primera alternativa. El atacante del Inter entró en escena contra los paraguayos y en poco tiempo expuso a las claras que su presencia era fundamental, pues con potencia y voracidad se convirtió en un peligro constante para las defensas rivales. Además, liberaba al Kun de la necesidad de entreverarse en el combate cuerpo a cuerpo con zagueros más corpulentos que él. Con Lautaro a su lado, surgió una versión de Agüero que se hacía mucho no se veía en la Selección.

La Argentina avanzaba pese a que Messi, su teórica carta de triunfo, no estaba en el mazo. La Pulga fue totalmente improductivo en los primeros cotejos más allá de haber acertado en la ejecución del penal contra Paraguay y recién frente a Brasil se pareció al que acapara elogios a granel en el Barcelona. Se fue prematuramente en el duelo con Chile, cuando había insinuado una buena labor con arranques no del todo bien terminados y tras mostrarle el camino del gol al Kun para el 1-0 parcial. Y entonces, tal como había sucedido luego del traspié en semifinales, el rosarino fue el cabecilla de la rebelión contra la papelonesca Conmebol.

Agüero renació gracias a Lautaro Martínez y Messi tiene el crédito abierto porque su condición de mejor futbolista del mundo lo ampara. Ellos son los representantes de la vieja guardia que respondieron a las expectativas. La Copa América, en cambio, debiera representar el último acto de Angel Di María en celeste y blanco. Fideo empezó como titular y se fue diluyendo rápidamente hasta hacer absurdo el empecinamiento de Scaloni por incluirlo en cada oportunidad de la que dispuso. Los ingresos del jugador del PSG francés fueron repeticiones de un pésimo hábito del DT de sacar de la cancha a los que mejor estaban rindiendo para sustituirlos en el momento menos oportuno y por futbolistas que poco o nada podían aportar en comparación con los que eran reemplazados. Casi nunca acertó con los cambios un entrenador que parecía esmerarse en sacar a los más destacados como si les tributara un homenaje en el instante más inesperado.

Tampoco la pasó bien Nicolás Otamendi, el cuarto miembro de la generación que más actuó en la Selección en los últimos tiempos. Pagó un precio muy alto por la falta de revelos y coberturas de los mediocampistas, cometió infracciones insólitas como el penal contra Paraguay que luego atajó Franco Armani y pocas veces se erigió en el pilar que la defensa necesitaba.

Si se esperaba que el zaguero del Manchester City fuera el líder de la última línea, también se aguardaba que Germán Pezzella y Nicolás Tagliafico mostraran estatura de Selección. El defensor central jamás brindó seguridad y hasta perdió en el segundo gol de los verdiamarillos contra un Gabriel Jesús que estaba en una pierna… Y el lateral del Ajax dio la sensación de que podía dar mucho más, pero se lo notó contenido, superado por el contexto.

Juan Foyth terminó apoderándose del costado derecho de la retaguardia luego de pasarla mal como central, su puesto natural. Le ganó el puesto a Renzo Saravia y Milton Casco, quienes no dieron la talla. Es por lo menos raro que el jugador de River haya sido contemplado como potencial número 4, pues hace rato que viene desempeñándose en la otra punta… Pero esas son las extrañas elecciones de un Scaloni que hasta le dio pista a Suárez, un atacante que rinde en el conjunto millonario pero que poco o nada hizo para merecer una convocatoria al elenco nacional.

Pero no todos pueden ser palos para el DT. Tardíamente se decidió a abrirle la puerta para ir a jugar a Paulo Dybala. Lo citaba Sampaoli pero en su mente sólo aparecía como sustituto de Messi. Contra Chile Scaloni lo incluyó como acompañante de Agüero y con un lindo gol y una actuación interesante dejó de ser una potencial promesa para convertirse en una alterativa real para el ataque. Sí, fue apenas un partido, pero vale la pena insistir con él. Bueno, fue menos de un partido porque lo sacaron cuando mejor estaba jugando…

Con muchas más malas que buenas, la Selección se fue ilusionando con un futuro mejor en la Copa América. Parecía muy fácil abrigar esperanzas por más que el funcionamiento dejara tantas dudas. Los buenos resultados en fútbol suelen anestesiar los dolores que causan las flaquezas de un equipo.

El VAR -o mejor dicho la omisión de apelar a él- le cerró el paso al equipo contra Brasil, justo en el partido más destacado de la Selección. Entonces llegó el tiempo de las quejas, de las presuntas confabulaciones, de la supuesta venganza por las críticas materializada en la expulsión de Messi…  

Todo esto impide que se observe el panorama completo. Se llegó muy lejos con una Selección en etapa de reconstrucción, con un técnico improvisado y una conducción de la AFA que no da con un DT más acorde con lo que se necesita. Queda al menos como saldo favorable que hayan irrumpido en escena Lautaro Martínez -un atacante que es presente y futuro y que sólo por la sumisión de Sampaoli a la vieja guardia no estuvo en Rusia 2018-, De Paul -sacrificado y criterioso en iguales proporciones-, Paredes -mejor rodeado elevó su rendimiento- y Foyth -firme pese a sus limitaciones para trepar por la punta- como los rostros de los nuevos tiempos en una Argentina que recuperó a Agüero y sigue encomendándose a Messi para volver a ser la potencia que dejó de ser. Claro, este diagnóstico se puede alcanzar sólo si se evita esconderse en las polémicas que nacieron de la mano del VAR.

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