Opinión: Entre algunas buenas, la tolerancia cero ensombrece el horizonte
Por Marcelo López, especial para MendoVoz
Un combo de noticias atravesaron la semana vitivinícola que amortiguan algunos de los malos tragos de los últimos días.
Por un lado, a principios de la semana, el Gobierno le confirmó a la COVIAR que el Banco Central redujo de 180 a 90 días el plazo para acceder a las divisas al tipo de cambio oficial, para poder importar bienes indispensables para la elaboración de vinos y su comercialización.
Mediante la normativa que entró en vigencia el primer día de agosto, la vitivinicultura podrá acceder más rápido a los dólares al tipo de cambio oficial (reduciendo el tiempo de financiación necesario) que necesita para importar insumos clave para la producción, como lo son tapones sintéticos, tapas a rosca, cápsulas, bozales para espumantes, tapas de aluminio, papel y cartón.
La medida es similar a la que solucionó el mismo conflicto en las importaciones de café por lo que se espera que rápidamente se destraben los inconvenientes que estaban comenzando a aparecer en la industria, en algunos casos más por especulación que por inconvenientes reales.
Por otro lado, cuando ya los tiempos apremiaban, el titular del Instituto Nacional de Vitivinicultura -Martín Hinojosa- comunicó oficialmente que se destraba y se estaba depositando las partidas nacionales para el combate de la Lobesia Botrana de esta manera le corresponden a la provincia de Mendoza aproximadamente $660 millones, que serán recibidos por el Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria Mendoza (Iscamen), y a la provincia de San Juan cerca de $280 millones, cuya entidad receptora es la Agencia Calidad San Juan.
Que es aproximadamente la mitad de lo que se necesita para la campaña. El resto, según el acuerdo, será aportado por las provincias y el sector.
La preocupación en la industria por diversos temas que venimos contando semana a semana se suma ahora el comienzo del análisis en comisiones de la Cámara de Diputados de la Nación el proyecto de alcohol cero al volante, que la industria considera perjudicial y de muy baja efectividad para solucionar el problema de la siniestralidad vial en la Argentina. Lo que está faltando son controles y responsabilidad, la prohibición no soluciona nada.
La velocidad máxima en las rutas existe desde que las rutas se construyeron; sin embargo, son violadas sistemáticamente por el 80 o 90 por ciento de los conductores o pasar los semáforos en rojo sin un gramo de alcohol en sangre son moneda corriente y causa de cientos de accidentes.
El debate será arduo porque entran en juego factores humanos y sentimentales que son incuestionables y que no se pueden refutar con datos estadísticos. Será una discusión difícil y que seguramente terminará con la aprobación de la ley, lo que desafiará a la industria a generar nuevas formas de comunicación y también nuevas alianzas y estrategias de comercialización.
Todo en un marco que, como venimos contando, muestra un consumo en retracción y un mercado interno que se achica y premiuniza generando problemas arduos en una industria a la que se le multiplican por mil los desafíos.