Impulsan un proyecto para fortalecer la sostenibilidad ambiental en la vitivinicultura
La iniciativa abarca 2.000 hectáreas en el Valle de Uco y busca restaurar el ecosistema, conservar la biodiversidad y reducir el consumo de agua mediante especies nativas.Un grupo interdisciplinario de especialistas del CONICET, junto a profesionales de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo y con el respaldo de la Fundación CRICYT, lleva adelante un ambicioso proyecto que apunta a fortalecer la sostenibilidad ambiental en la industria vitivinícola. El plan se implementa en dos mil hectáreas de la bodega Salentein, ubicada en el Valle de Uco, una de las regiones más emblemáticas del vino argentino.
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El objetivo es claro: conservar y promover la biodiversidad en los viñedos mediante la restauración ecológica, el diseño paisajístico con especies vegetales de bajo requerimiento hídrico y el manejo integral de plagas, especialmente las hormigas cortadoras de hojas, una problemática recurrente en los cultivos de vid.

“Este proyecto surge a partir de colaboraciones previas con la bodega, centradas en el estudio de hormigas cortadoras. A partir de esa experiencia, se generó una propuesta más abarcativa, con tres ejes principales: biodiversidad, paisajismo sustentable y control de plagas”, explicó Rodrigo Pol, investigador del CONICET en el Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas (IADIZA).
El plan contempla intervenciones en distintas áreas del predio, incluyendo viñedos activos, sectores desmontados, zonas de vegetación espontánea y monte nativo. El diseño paisajístico busca aumentar la heterogeneidad del paisaje, lo que permite no solo una mayor resiliencia ecológica frente a condiciones adversas, sino también un entorno más estético y amigable con el ambiente.

“Las especies nativas seleccionadas consumen menos del 50% del agua que otras tradicionalmente usadas en paisajismo, lo cual representa un ahorro hídrico clave para un contexto de escasez como el mendocino”, destacó Mariano Cony, también investigador del IADIZA y coordinador del proyecto.
Además del impacto ambiental, la iniciativa tiene un fuerte componente de vinculación entre el ámbito científico y el sector productivo. “Es muy valioso ver cómo el conocimiento científico, que muchas veces se desarrolla sin una aplicación inmediata, puede transformarse en una herramienta útil para resolver problemas concretos del territorio”, subrayó Pol.

Este tipo de articulación, promovida por las políticas de transferencia del CONICET, no solo aporta soluciones a empresas privadas, sino que también fortalece la generación de conocimientos aplicables a otras regiones productivas y mejora el financiamiento y funcionamiento de los institutos de investigación.
“Este trabajo es una muestra de cómo el sector científico puede integrarse al desarrollo sustentable de Mendoza. Es un camino que debe replicarse en otros ámbitos de la producción agrícola y más allá”, concluyó Cony.