Le puso el hombro y la cabeza

Gonzalo Bertranou tuvo una complicada lesión en febrero y aprovechó para sacar finales en la facultad.
viernes, 12 de julio de 2019 · 17:09

Cinco meses no son nada. Ése podría ser el Tango Bertranou, pero no de Gonzalo. Por edad, sí para Miguel, su papá, con el que comparten Los Pumas. Quien fuera tercera línea dejó de serlo luego de 15 tests, en el 93, justo en el año del nacimiento del medio scrum, al que una lesión sacó de la cancha el 21 de febrero y todavía no le permite ponerse la celeste y blanca como sus compañeros que acaban de terminar la temporada de Jaguares. Gonza luce la naranja de Jaguares XV, equipo que viajó a Sudáfrica para jugar un torneo local, el First Division. El back volvió el sábado en el triunfo 50-43 ante Griffons.

El paréntesis le llegó justo en la cresta de la ola, cuando era titular en Jaguares y Los Pumas, de cara a un año mundialista. Esa luxación traumática de hombro derecho necesitó operación. Pasaron 135 días sin golpearse. ¿Cómo se tomó ese lapso? Se lo cuenta desde Sudáfrica a Olé.

“Yo había hecho contacto, pero con escudos y bastante controlado. El del sábado fue el primer cachetazo después de mucho tiempo, por suerte me pude comer un par de golpes y el hombro terminó perfecto. Hacía cinco años que venía jugando seguido. No es fácil una lesión así. Fue algo nuevo para mí, estaba súper excitado por jugar, como si hubiese debutado.

-¿Qué iba pasando por tu cabeza desde que te lesionaste?

-El día que me lesioné fue jueves, y dije que me tomaba libre hasta el domingo. Desde ese día tuve un solo objetivo: volver a ponerme bien lo más rápido posible. Nunca se me cruzó por la cabeza abandonar. Tengo anotado en un cuaderno cuántas repeticiones hacía, qué comía. Lo único que pensaba era en volver mejor.

-¿Cómo te motivabas?

-Me compré una pizarra y todas las semanas me iba poniendo objetivos que trataba de cumplir diariamente. El tema era que quizá había días en los que al hombro lo sentía igual, entonces quería hacer más cosas. Hasta que entendí que el cuerpo va respondiendo solo. Tenía gente que me decía que no me pasara porque el cuerpo necesita adaptarse para regenerar tejidos. No te sirve hacer 200 series de algo para que los tornillos se peguen más rápido.

-¿Qué fue lo más duro?

-Los primeros meses. Avanzás poco, centímetro a centímetro. Pero tenía una planificación y todos los días me levantaba pensando que ése iba a ser el mejor día de la recuperación. Dentro de todo lo malo que es una lesión, la terminé pasando bien.

Los primeros meses no paraba: hacía doble turno y estudiaba. en cinco meses metí siete u ocho finales; un 4, 5, 7... la peleaba a morir.

-¿Qué sentías cuando veías a Jaguares?

-Una locura. Veía lo que estaban jugando y me moría por estar en la cancha. Era durísimo pero, a la vez, sentía una satisfacción muy grande. Uno compartía todo menos la cancha. Aunque sabía el laburo que estaban haciendo.

-¿Pensabas si te daban las cuentas para ir al Mundial? Es en dos meses...

-Apenas me rompí -no te voy a mentir-, cuando se me salió el hombro, me di cuenta de que era para operar. Automáticamente, cuando salía caminando del entrenamiento, saqué cuentas con el médico y le pedí que me operaran cuanto antes. Pero tampoco quise sacar tantas cuentas. Mi objetivo fue ponerme en forma y tratar de volver a una cancha lo antes que pudiera y hacer lo posible para que me llamaran, como hice siempre y haré.

-¿Cómo ocupabas la cabeza?

-Uff... Leí mucho y aproveché para adelantar materias de la facultad. Estudio Marketing a distancia en Siglo XXI. Con las giras de Jaguares no podía rendir muchos parciales. Pero al estar en Buenos Aires, aproveché y le metí mucha pata a la facultad, y los fines de semana para volver a Mendoza. Los primeros meses no paraba un segundo; de lunes a lunes hacía doble turno y estudiaba.

-¿Cuántos finales metiste?

-En cinco meses -me da miedo decirlo-, habré rendido siete u ocho. También era como un cable a tierra. Llegaba fundido de entrenarme y le metía a la facu. Así me empecé a cebar: metía un final, otro, y otro... Iba con lo que sabía, a jugármela toda. La peleaba a morir: un 4, un 5, algún 7... nunca un 10. Mi objetivo era aprobar.

-¿Recibirte, para cuándo?

-No llego este año. Sí está en mis planes recibirme el que viene.

Con semejante cabeza, vayan preparándole el título.

(Olé)

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