Opinión

Cuando "de mayor a menor" se queda corto

El andar de Los Pumas en el Tres Naciones podría rotularse con esa frase, pero no es suficiente.
sábado, 5 de diciembre de 2020 · 08:53

Frases hechas abundan en el deporte. Sería en vano repasar las más conocidas, pero sin lugar a dudas, una de ellas es "de mayor a menor" o su versión a la inversa. Como ocurre generalmente, este tipo de sentencias son eso. No dejan lugar a duda. Son contundentes. 

Al andar del seleccionado argentino de rugby en el Tres Naciones -el torneo más importante de selecciones tras el mundial- bien podría rotularse con esa frase, pero fue más que eso. Esa contundencia no alcanza. Y aquí la tesis... 

Los Pumas empezaron dejando una imagen mucho más positiva que "mayor" y la que terminan dando es mucho peor que "menor". Desmenucemos...

El debut que le tocó al equipo argentino fue, en la previa, el que menos desearía un técnico: Nueva Zelanda, el mejor equipo del mundo y al que nunca en la historia se le había podido ganar. Y no me vengan con "para salir campeón hay que ganarles a todos" -otra frase hecha-; porque si se puede no debutar contra el mejor equipo del mundo, lo prefiero. 

Sin embargo, y contra muchos pronósticos, fue victoria. De esas que pasan a la historia. Los Pumas le ganaban a los All Blacks por primera vez. Demostraban concentración, entereza, actitud y precisión en los pies de Nicolás Sánchez, que fue la figura al anotar todos los tantos. El mundo se inclinaba ante este equipo emergente que pasaba a ser considerado como una amenaza. 

Días después y con la euforia todavía a cuestas, se viralizaba un video de los jugadores entrenando en sus casas en medio de la cuarentena, previo al magnífico triunfo. La hazaña se valorizaba y el término "Pumas" pasaba a ser sinónimo de meritocracia, dignidad y orgullo. 

El correr de los días no modificó la imagen que se tenía de un equipo que decidió seguir trabajando en silencio para enfrentar a Australia. Llegó el día del partido y fue empate. Se pudo ganar pero también perder, se debía sufrir, trabajar. Todavía había chances para aquella época. 

Trascurrieron los días y del equipo se dejó de hablar, en un país que no se caracteriza por su pasión por el rugby. Mas aún cuando la noticia de la semana recorrió todas las portadas: "Murió Maradona a los 60 años". El mundo se paralizó y pasó a ser inconcebible un evento deportivo, cultural o político que no estuviese atravesado por este infortunio. 

No obstante, el rugby seguía su curso y Argentina tenía que volver a enfrentar a ese equipo gigante que Los Pumas habían dejado chico días atrás. Y cuando todos esperaban una nueva hazaña, de la mano del "10", todo fue diferente. Fueron los All Black quienes homenajearon a Maradona en su célebre "haka" y el equipo nacional, sumido en la indiferencia, terminó sucumbiendo al caer por 38 a 0. 

Al "no homenaje" le siguió un repudio con tintes socioculturales y de clase. Y al repudio, una rectificación o pedido de disculpas que no bastó. No fue convincente. 

A este sacudón, le siguió la viralización de tuits viejos realizados por su capitán Pablo Matera y otros jugadores, que contenían mensajes xenófobos, clasistas, misóginos, racistas y violentos. El repudio era inevitable. El enojo por un fallido homenaje se sumó a esta viralización en un combo letal.

Desde ese momento, Los Pumas fueron descendidos a la categoría de "rugbiers", con las connotaciones socioculturales que ese término implica. Sea justo o no, con los recuerdos latentes del homicidio en Villa Gesell y otros casos de intimidación a mujeres por parte de personas que practican ese deporte. 

Tras esta viralización, la Unión Argentina de Rugby no se iba a mostrar indiferente e iba a sancionar a los jugadores implicados, en una decisión que parecía ser el ejemplo que desde muchos sectores se reclama. Sin embargo, días después, dicha sanción fue revocada. 

Aquí no se está pidiendo restituirla. Mucho menos juzgando como acertada o no la decisión. En todo caso, Matera y compañía son los "menos malos". Aquí, se analiza la profunda crisis institucional que este episodio (uno más) le supone a la gestión de un deporte que para el grueso de la sociedad, hoy tiene más connotaciones negativas que elogios. Un deporte, además, que parece querer cerrar filas hacia dentro y luchar contra todas las críticas. Tacklearlas

Sin duda, un camino adverso en un mundo donde la mediatización es moneda corriente y donde “es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”, según palabras de Einstein. 

¿Cuál es el fin último de las instituciones deportivas? ¿Defender el deporte en sí, protegiendo su entorno y a veces, su status quo? ¿O tal vez pugnar por una mejor sociedad, poniendo a disposición el deporte? La dirección de las preguntas quizás adelanta mi respuesta. 

Y ojo, esta respuesta es transversal a todas las disciplinas. Ningún deporte puede darse el lujo de no corregir errores. Otros -que gozan de mayor aceptación popular- también esconden negociados en las altas jerarquías que tapan lo que no debería pasar. Y que también daña a la sociedad. Tampoco se sugiere una generalización del "mundo del rugby", del que se pueden sacar, sin dudas, grandes ejemplos de seres humanos. Pero se discute el status quo.

En el caso de la UAR y Los Pumas en particular, al recambio de jugadores se lo debe acompañar un recambio de imagen. Las medidas sancionatorias tienen que ser ejemplificadoras y la autocrítica inmensa. Y no lo dice el humilde redactor, lo dijo nada menos que Agustín Pichot, que algo de esto entiende. El último resultado no tiene comparación a las derrotas extradeportivas. 

A horas de cerrar su participación ante Australia y sin importar ya el resultado, lo que le sigue a Los Pumas le excede a Los Pumas. No basta con decir que desde lo deportivo, el seleccionado fue de "menor a mayor". Al andar de Los Pumas, en representación del rugby argentino y de cada chico que pretende practicar ese deporte que es más un "entrar en ese mundo", no se lo va a rescatar levantando el nivel. Se lo saca con educación. 

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