Un rugbier italiano conduce ambulancias durante el coronavirus

Maxime Mbanda, jugador del seleccionado tano, integra la Cruz Amarilla y ayuda a trasladar a pacientes entre los distintos hospitales de Italia.
miércoles, 25 de marzo de 2020 · 16:45

Maxime Mbanda tiene 27 años, de padre congoleño y madre italiana tenía que enfrentarse el día sábado a Inglaterra ante 60.000 personas en Roma en su partido internacional número 21 con la selección Azzurra. Sin embargo, ha pasado la última semana ayudando a trasladar en ambulancia a pacientes por COVID-19 a los distintos hospitales de Italia.

“Cuando todo fue anulado en rugby, me pregunté cómo podía ayudar, incluso sin competencia médica. He encontrado la Cruz Amarilla, que tenía un servicio de transporte de medicamentos y de alimentos para las personas de edad avanzada. Traslado pacientes con coronavirus de un hospital a otro. Ayudo con la camilla o si hay que llevar pacientes en una silla de ruedas”, ha empezado explicando el joven a la agencia de noticias AFP.

Además, ha asegurado que si la gente estuviera en su situación se tomaría mucho más enserio las restricciones: “Si la gente viera lo que yo veo en los hospitales, no habría colas delante de los supermercados. Reflexionarían varias veces antes de salir a hacer footing. Cuando ves su mirada... Incluso si no pueden hablar, comunican con los ojos y te dicen cosas que no puedes imaginar”, comenta.

Y continúa: “Escuchas los lloros, los médicos y enfermeras que corren de un servicio a otro. La primera persona que saqué de un hospital me contó que había visto morir tres horas antes al vecino de la cama de al lado. Y durante la noche, otras dos mujeres murieron en la sala en la que estaba. Nunca había visto morir a nadie”.

Mbanda, un deportista convertido héroe, asegura que no se dará por vencido: “Lo que es terrible, es que cada vez que los tocas, que les das una simple caricia en la ambulancia para confortarlos, debes inmediatamente desinfectarte las manos. Comencé hace ocho días, sin día de pausa y con rotaciones de 12 o 13 horas. Pero frente a lo que veo en las salas de enfermedades infecciosas, me digo que no puedo estar cansado.

El miedo es normal. Pero hay pequeñas cosas que pueden ser hechas con total seguridad y que ofrecerían media hora o una hora de descanso a los que están en primera línea. Para ellos, una hora es fundamental. Mientras tenga fuerzas, continuaré. Mientras haya urgencias, seguiré”, ha sentenciado.

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