Esplendor y decadencia de la Fiesta Nacional de la Vendimia 1970-2020

La siguiente es una columna de opinión firmada por Juan José Cáceres y habla sobre nuestra fiesta mayor.
miércoles, 24 de junio de 2020 · 07:55

Juan José Cáceres es un nombre muy conocido dentro del ambiente vendimial mendocino. Desde 1970 es el encargado de realizar las cajas lumínicas, patrimonio cultural mendocino. Vale aclarar que en el único lugar del mundo donde se hace este trabajo artesanal y que llama mucho la atención a la gente es en Mendoza.

Cáceres es Iluminador, actor y director teatral. Ha realizado como director general la iluminación de innumerables Fiesta Nacional de la Vendimia desde el año 1970. Ha sido actor en el Instituto Cuyano de Cultura Hispánica y en el T.N.T. Fue iluminador del Elenco de Teatro UNCUYO durante 30 años. Ha dirigido, entre otras, “Baldosas Flojas” de Beatriz Mosquera, en 1985, y el año pasado tuvo a su cargo la dirección de “Los establos de su majestad”, obra homenaje al T.N.T. (Taller Nuestro Teatro), fundado por Carlos Owens y Maximino Moyano. Tiene en su haber la estatuilla otorgada por la Asociación Argentina de Actores.

Tras la presentación, va la nota firma por Cáceres con una visión sobre la Vendimia:

“Esplendor y decadencia de la Fiesta Nacional de la Vendimia 1970-2020

Abelardo Vázquez solía decir que las críticas a las Fiestas se deberían hacer algunos meses después de éstas, puesto que los que habían visto un espectáculo de semejante magnitud no comprendían lo que los críticos especialistas decían al día siguiente.

Por ello me atrevo a hacer una reseña de lo que pasó en los últimos 50 años, en este tiempo donde los turistas se fueron y los críticos especialistas se olvidaron.

Desde el ‘70 hasta el ‘92 (excepto ‘74 y ‘75) la Fiesta sostuvo la espectacularidad que había generado Abelardo Vázquez con la "Vendimia de Cristal", con el piso lumínico y los cerros llenos de escenarios, con bailarines y figurantes amateurs llenos de la pasión y orgullo vendimial, viñas, efectos pirotécnicos y cajas lumínicas, y  las calles llenas de turistas que venían en colectivos completos desde Tandil, Olavarría, Bahía Blanca y desde otras muchas ciudades de la Provincia de Buenos Aires y de Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, etc. que llegaban a ver la Fiesta, no por el marketing o la publicidad paga sino por el boca a boca de quienes la vieron y transmitían las bondades de un espectáculo único que aplaudían y ovacionaban fervorosamente a la finalización de los cuadros coreográficos o ante la aparición de algún efecto lumínico o pirotécnico, por lo general brillante e ingenioso. Inolvidable.

Pasaron muchos directores y funcionarios en esa época pero se mantuvo la mística de realizar un espectáculo majestuoso, que muchos detractores lo consideraban un acto que no se realizaba para los viñateros, cosechadores y bodegueros mendocinos y que era un gasto superfluo. Nada más alejado de la realidad. En esos años de esplendor y magnificencia se rindió como nunca un homenaje a los que trabajaban la  viña y elaboraban el vino, y se destacó la importancia  histórica de Mendoza en la lucha por la independencia latinoamericana. También decían que no podían ver los mendocinos el Acto Central y la elección de la reina. Justificado esto respecto al gasto superfluo porque como nunca con los ingresos a la Provincia se podían hacer 5 o 6 fiestas, todo un negocio. Los mendocinos podían verla al día siguiente e iban y llenaban el Teatro Griego, y los turistas por miles volvían el domingo a sus lugares para reintegrarse a la vida diaria.

Cabe destacar que en esos años la técnica artesanal y los recursos humanos eran resueltos en su totalidad por mano de obra mendocina, y se consideraba un orgullo participar del festejo.

Pero pasó 1992 y llegaron aires de privatización, todo era privatización y le tocó el turno a la Vendimia, nefasto. Lo primero que se hizo fue achicarla bajando los sueldos al 50 % y sacando los escenarios, cajas lumínicas, bailarines, efectos especiales y figurantes de los cerros. Decían que era caro y se equivocaron feo. Lo que la gente venía a ver era ese monumental y gran despliegue de más de 2 km. de espectáculo, un mal negocio para todos. Luego pasaron la privatización y 27 años más, y nadie, pero nadie supo darse cuenta de lo que luego ocurrió, pero los cerros se mantuvieron a oscuras y la Fiesta a decaer.

Y no es que lo diga yo, pueden preguntarle a cualquiera y les dirá: "Sin cajas lumínicas no hay Fiesta". Y las pocas cajas que dejaron en el escenario central se diseñaron con el abstracto, otro error. Las cajas deben tener el diseño de la técnica del arte figurativo, es donde más se lucen. Claro que para diseñar arte figurativo hay que ser creativo y para el abstracto también, pero pensaron que era lo más fácil, además seguro el público no entendería.

Debo mencionar que hubo escasas honrosas excepciones.

Las cajas lumínicas son patrimonio de la Fiesta, es por ello que no entiendo cómo se despreció tanto y por tanto tiempo ese recurso que además de artesanal es mendocino.

Durante muchos de esos 27 años me tocó construirlas e iluminarlas, créanme que puse lo mejor de mí y lo seguiría haciendo de no ser que me lo impidan mis 70 y mis achaques. Al decir esto no me mueve otro interés que el de la Fiesta ya que estuve allí desde el ‘70 cuando comenzamos a crearlas y mejorarlas.

Pero los errores de la decadencia no se resumen sólo a las cajas; son innumerables. Se cambió el sistema de iluminación frontal y se pusieron las grúas cenitales, otro desacierto, con el final conocido. No había nadie que inventara nada, y no lo habrá mientras los que mandan no encuentren la forma de volver a lo que fue y se arroguen potestad y eso costará muchos años. El amor a la Fiesta (si lo tienen) y la humildad (si la tienen) pueden ser buenos consejeros.

Párrafo aparte merece la música: se de los esfuerzos que han hecho los intérpretes y del camino que recorrieron para tocar en vivo toda la Fiesta, pero los resultados no son óptimos. Seguramente el director musical elija al mejor chelo, al mejor violinista, al mejor percusionista y a los mejores cantantes, pero el mismo grupo toca clásico. chacareras, zambas, tonadas y tarantelas. Entonces suena todo con el mismo estilo. Y el mejor chelo, el mejor violinista, etc. suenan monótonos y aburren. No soy músico y no tengo la solución pero por lo menos tendrán que reveerlo entre ellos.

Nobleza obliga: debo decir que los bailarines son profesionales y han colaborado y mucho a sostener lo que queda y me alegra que tanto músicos, actores, bailarines, traspuntes y todos los que participan cobren por su trabajo. Es un derecho adquirido. No son ellos los responsables de la debacle.

Podría decir mucho más, pero me voy a referir al año en que actuó Romeo Santos en una repetición. El Teatro explotaba de lleno, una alegría enorme y a alguien se le ocurrió que cantara antes de la Fiesta, por si después llovía; y cantó y se fue y no llovió. Y nadie se quedó a ver la Vendimia, nadie. El Teatro vacío. Una tristeza sólo comparable con la muerte de Don Quijote".