Kirchnerismo y asistencialismo, un sistema tenebroso en contexto de pandemia

Opinión de Nicolás González Perejamo, secretario de Gobierno de la Municipalidad de Guaymallén.
jueves, 15 de abril de 2021 · 07:31

La cultura de la dádiva y el régimen paternalista no son una novedad en las formas de hacer política en Argentina. Pero a esta altura de la pandemia resultan insensibles por demás mantener estos mecanismos que lo único que hacen es tener a la población de rehén y dañar la institucionalidad.

Nuevamente el kirchnerismo en Guaymallén hace uso de las herramientas del Estado para actividades proselitistas. Hoy se pudo ver a concejales del partido justicialista en un operativo de ANSES, con banners y publicidad partidaria para buscar posicionar su carrera política. Operativos innecesarios, porque estas dependencias se encuentran abiertas. Todo esto se da justo cuando pensábamos que habíamos aprendido y que entendíamos que la presencialidad no es una opción en contextos de coronavirus;  es en este momento que el equipo de científicos exponen a la población a un riesgo sanitario innecesario en la peor semana en número de contagios en los últimos dos años.

Esto nos rememora a unos sucesos acontecidos años atrás. Corría abril del 2013 y sobre la ciudad de La Plata precipitaron más de 400 mm de agua en pocas horas. El resultado fue devastador, la repentina inundación generó caos, evacuaciones generalizadas, pérdidas millonarias y oficialmente se contabilizaron 89 muertes aunque siempre se sospechó que el número real de decesos superaban los 200.

El país entero se conmovió con las imágenes que ofrecían los noticieros sobre lo que sucedía en la Capital de la Provincia de Buenos Aires y de inmediato se puso en marcha la solidaridad de nuestro pueblo: colchones, frazadas, ropa, víveres, herramientas, artículos de higiene, agua, medicamentos y dinero fueron donados para que los/as platenses pudiesen sobrellevar la tragedia con alguna dignidad.

A la bella y emancipadora sensación que experimentamos cada vez que un sector de la humanidad practica y hace carne el concepto de solidaridad, le siguió una bronca indescriptible cuando advertimos en diarios y tv que, militantes de la Cámpora, identificados con pecheras de esa facción, distribuían a los inundados aquellos recursos. No era el Estado en alguno de sus niveles, no eran organizaciones sociales comunitarias al servicio de todos, eran las/os jóvenes comandados por el Cuervo Larroque los que repartían lo nuestro en nombre propio. Papá Noel existe y  este soy yo vociferaba y proclamaba Máximo.

Pasan los años y los vicios quedan. Las malas prácticas del nacional-populismo se reproducen. No les alcanza con discriminar a Mendoza en materia de recursos, no se ponen colorados si se acomodan ellos y sus parientes en la fila para vacunarse, no les genera contradicción la retórica al servicio de los Derechos Humanos mientras hacen mutis por el foro respecto de lo que ocurre en tierras de Gildo y otros feudos.

En estos días de angustia pandémica, pobreza creciente e inflación descontrolada, también tenemos que padecer en Guaymallén operativos de organismos nacionales (Registro Nacional de las Personas, Desarrollo Social o Anses) que no solo son  llevados a cabo sin coordinación y participación del Municipio, sino también que en ellos oficien de maestros de ceremonia los/as  concejales justicialistas indebidamente identificados con barbijos partidarios. Hoy lo vimos al Concejal Aparicio, rodeado de dirigentes y referentes del Frente de Todos, con todo el merchandising, usando los recursos de todos en usufructo de unos pocos. De nuevo, el Estado y sus recursos al servicio de los herederos de Luis XIV.

¿Es acaso este el modelo de país que propone el Frente de todos? Al parecer, la fórmula es sostener un sistema económico cerrado con comercios, industrias y productores paralizados; esperando la miserable dádiva de un Estado con un miserable gobierno omnipresente, benefactor y paternalista.

Esto de confundir voluntariamente Estado con Partido, intereses sectoriales con los de la Nación o erario público con plazos fijos personales, es una ilegal y lamentable práctica que se encuentra muy arraigada en vastos sectores de la dirigencia política.

No es novedad en el discurso y la narrativa  peronista la introducción de elementos como la demagogia proselitista en su acción, tampoco resulta novedad su inclinación megalómana y benefactora ante graves problemas estructurales de nuestro país. Estas tendencias, que  utilizan a la  “desgracia” como una herramienta principal, se traducen en imágenes y símbolos como realidad de una época.  Esta realidad  en un reflejo  distorsionado que solo ve lo que quiere ver un “espejismo” que brinda seguridad con relación al gobierno y el control político que ejerce sobre la clases bajas.     

Cuando hablamos de Estado nos referimos a la unidad jurídica de los individuos que constituyen un pueblo, a la forma y organización de la sociedad, de su gobierno y a las normas de convivencia. En cambio, el gobierno es la autoridad que dirige y administra sus instituciones, en nuestro caso por cuatro años. Por su parte, el partido político es un grupo organizado de personas que comparten objetivos y opiniones semejantes y que buscan influir mediante la elección de sus candidatos para cargos públicos. La falta de transparencia en la delimitación de lo que se entiende por estos conceptos, deteriora las instituciones, genera desconfianza y resta credibilidad y efectividad a las políticas públicas. Gestionar el País bajo la falsa premisa de que la administración pública y el partido político son lo mismo no sólo es ilegal sino contraproducente. 

Parte de la mentada justicia social, tiene como matriz el sostenimiento de un paternalismo que milita a partir de la desgracia, socava y debilita los otros poderes del Estado, haciendo del autoritarismo institucional una cultura política. Cultura política que se expande a un ejercicio partidario donde la dádiva es instrumentada por el propio Estado,  cerrando el círculo que ánima la obra de gobierno desplegada en el territorio, cuyos principales animadores no son ni más ni menos que los propios representantes del pueblo (concejales), elegidos por el móvil emocional de un escenario diagramado por la propia militancia de la desgracia.  

Las tensiones que vive nuestra Democracia deben servir de motor para formalizar un proceso de gobernanza pública que permita gestar una nueva y sana relación entre instituciones y ciudadanos, donde las esferas descriptas no sean interpretadas como sinónimos sino necesarios espacios de articulación.

Por Nicolás González Perejamo, secretario de Gobierno de la Municipalidad de Guaymallén.

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